Luz de subterráneo, el ventilador zumba
y entrecorta tu cara en fotogramas
preciosos e intangibles.
Ríes, argumentas tu risa mientras tu boca se rodea
de alegría, sin artificios, alegría pura.
Aún no tienes nombre, eres un instante,
la levedad del alma de la guitarra,
no quieres tener nombre, eres un blues.
A nuestro alrededor se amotinan los cuerdos,
huyen a sus casas, a sus laboratorios,
a sus rosales en jardineras, tú y yo no,
se muerden nuestras pupilas, se hieren
tal vez por que no se conocen desde tan cerca.
Y sigues en tu blues, tu perfume
me encamina y me pierde por Canal Street,
por toda Nueva Orleáns deambulo,
ya no intento distraer a mis manos, reducidas
a la innata seducción de tus hombros.
No somos ni tú ni yo los que permanecemos
cuando acaba el concierto y los aplausos,
lo que han callado nuestras bocas
ya no importa, ya no se dirá,
aunque quedemos otras noches
aunque nunca más nos encontremos vivos.