Sospechan de la poesía

Sospechan de la poesía,
a pesar de no tener antecedentes,
dicen que no tenemos coartada.

Fundan sus sospechas en la nocturnidad,
en su alevoso ritmo,
alegan que es premeditada su inspiración.

El mes pasado vinieron a registrar mis manos,
lo desordenaron todo,
mis versos, mis libros, mis facturas,
se llevaron al laboratorio mis gafas de lejos,
un informe concluyó que era miope.

Algo tiene que haber, algo no cuadra.
Interrogaron a mis vecinos,
“es un hombre educado”,
“una vez le vi discutiendo con un gato”,
“suele llegar tarde”,
“eso sí, nunca usa paraguas”.

Después de las pesquisas volvieron a sus sótanos,
a sus organigramas, a sus mapas con chinchetas,
creo que han pinchado mi cafetera,
no saben que es italiana y no les dirá nada.

Siguen recelando de la poesía,
dudan de su pasaporte,
de su acento, de su porqué,
de su para qué, de su color.

No tienen nada,
sólo hay un cadáver de papel.

Me sigue una patrulla disfrazada de primavera
por donde voy, yo hago como que no les huelo,
me gusta despistarlos en las librerías.

Leen cuidando que no les haga daño,
siempre a punto los antidisturbios.
Me amenazan con una orden de alejamiento,
te estamos vigilando, déjalo ya, confiesa, al final te cogeremos.

Sospechan de la poesía,
yo también estoy implicado,
pero no pueden detenerla.

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