Saben los pinos que hoy es domingo.
Una tarde sin nubes ni amor
les enseñé un gran calendario,
con sus días en rojo y sus santos,
no pretendía nada en mi gesto,
pero los pinos saben ahora
porque mi alma es un cementerio.
Presienten lo que a veces yo siento,
al domingo transformado en hacha,
a la noche tan desabrigada
que tiemblan y afilan sus agujas,
saben de mis finas cicatrices.
Entienden entonces que en domingo
el hombre es más tierra y menos águila,
llora por la mar, por las ardillas,
por los senderos o por los níscalos,
y mi tristeza enraíza en su pena
y a mi me duele su verde aliento.
Anuncian las navas que mañana
me enseñarán su calendario
sin días rojos, fiestas ni santos,
dicen que merezco ese don porque
llevan mi sangre en sus ramas secas
y llevo resina circulando.
Me prometieron la primavera,
los pinos, lo que no me hizo nadie.
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