No querías ser arrecife,
esa no era tu profundidad,
residente siempre del abismo,
del lecho último, de la sima más honda.
Era en esa oscuridad donde había que buscarte,
los ojos no debían ver nada,
había que buscarte a tientas, a bocanadas,
desde el naufragio,
con el miedo anudado al cuello,
por el silencio.
Allí era, no en el arrecife.
Un poeta solo en esa penumbra
sin peces ni colores, sin barcos, sin palabras,
sólo tú como destino y destierro.
Te encontré una noche entre esponjas,
una noche o un día, no había luz,
pero te encontré,
eras la belleza en su esencia,
un alma marina e invertebrada,
eras la mar y su rival.
Allí era.
Allí sólo en tu boca se respira.
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