Es mi pecho un campo
ametrallado de amapolas,
una trinchera repoblada de tomillos,
una declaración de dependencia.
No tiene sentido
que yo te quiera así, a ráfagas,
sin ver nunca si te tocan mis balas,
si te hiere la onda expansiva
de mi boca mordida y devastada.
No tiene sentido pero duele la guerra.
Pido a tu tregua de olvido
que me haga un gesto kamikaze,
aunque acabe todo en el fondo del mar,
esperando pacíficamente a las anémonas.