Titán irreducible

                                                               A Jorge Briongos y a su familia

Porfiaban con él,
decían que no podría,
que tendría que abandonar,
nadie aguanta tanto,
nadie puede soportarlo,
tendría que volver a ver las vistas del hospital
desde su cama siempre deshecha,
ver el verde tan cuidado y frío de los jardines,
las nubes y las batas blancas pasar, sin brillo,
los pasillos tan estrechos que atrapan.

Tendría que verse otra vez así y sin fuerza,
tendría que rendirse como no lo ha hecho nunca,
ver a su familia llorando, a sus amigos tristes,
a su novia con los ojillos rotos,
porfiaban con él porque no sabían,
no conocían bien quien era.

No sabían de sus raíces de roble,
de su pecho amurallado y alto,
de sus manos grandes como mesetas,
no sabían que más que un hombre
era una idea perfecta de hombre,
él era un titán irreducible.

Desconocían todo, seguían diciendo
no podrá, nadie puede tanto,
se quebrará como la espiga seca,
como el otoño, como los sueños.

No sabían de su orgullo,
de los puños cerrados,
de la rabia de querer estar vivo,
apretando los dientes,
apretando el alma para dentro para que no se escape,
ingenuos, científicos, racionales.

No sabían nada, no podrá,
pero pudo, pudo con todos,
con las máquinas, con las pastillas,
con las horas en casa sin reloj,
con los sueros, con los venenos,
viendo la primavera sin oler las flores,
con las cicatrices, con las agujas,
escuchando los pájaros desde su ventana.

No podrá…. pero pudo.

Porque es un titán irreducible,
porque es un corazón tan vivo
que no puede sucumbir.

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