Sigo al acecho,
una víbora a la sombra de tus girasoles
que espera la noche, que espera.
Antes me consolaba el mar,
te esperaba en una de sus rejas
para amarte o para huir,
la tarde se desmoronaba
en pétalos violetas y rosas
con la misma duda, si volverás.
Pero yo he vuelto al campo
decidido a treparte las espinas,
morderé tus raíces de arrecife antes de irme,
tendrás que organizar una batida
de águilas contra mi.
(cuento con un comando de golondrinas,
cuatro gaviotas tierra-mar y un gato negro)
Sigo al acecho,
disfrazado de agosto,
la incertidumbre
me rezuma y envenena,
pero la duda
me hace poeta.