Destintas tu verde de amor y muerte
por la enredadera triste que rozas.
Maldito, de ver tus pestañas ser
la alta reja negra del paraíso
del que no fui expulsado ni seré.
No se por donde me derribarás,
si no estoy ya caído, si no estoy ya
entiérrame pronto y hondo también,
seré tierra y semilla y flor después,
y enredadera que vuelva a tu reja.
Me verás de nuevo aferrado al óxido,
a las telas de araña, a tu aroma
de futuro bosque, sin un alambre
que me sujete permaneceré,
al acecho y milagro de enredarte.
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